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Saturday, January 20, 2024

Sobre el origen de la palabra "científico"

Trabajo en el laboratorio de física aplicada de una universidad, a mis compañeros de trabajo suelen llamarlos científicos. Aunque mi formación es como ingeniero y estoy terminando un doctorado, a veces soy confundido/clasificado en el mismo grupo que mis colegas. Regularmente este término tiene connotaciones positivas, sin embargo, he notado que muchas veces se usa el término incorrectamente y que el concepto que tenemos de ciencia tiene una frontera que no se aburre de cambiar.  No pretendo escribir aquí una definición de la palabra ciencia o del adjetivo/sustantivo “científico” que puedes leer en Wikipedia, no, no te vayas. Escribo estas líneas porque hace poco me tropecé con el origen de la palabra científico y me ha parecido lo suficientemente interesante como para compartirlo.

¿Quién inventó el término científico?

La respuesta corta es William Whewell, profesor de la Universidad de Cambridge en Inglaterra. La parte interesante del origen o adopción de está palabra es que, según cuenta la leyenda, Whewell sugirió el uso de la palabra “científico” después de ser retado por el poeta (y uno de mis olvidados favoritos) Samuel Taylor Coleridge. A pesar de ser un extraordinario poeta, crítico literario, filósofo e intelectual religioso ocupa un minúsculo rincón en la historia, rincón que corre peligro de desaparecer de la memoria colectiva. La razón detrás del escaso reconocimiento a la obra de Coleridge es evidente, era un drogadicto. Aunque nadie puede negarle ser el padre del género romántico inglés, la sociedad se ha negado a reconocer el poder de su influencia en otros ámbitos que han esculpido nuestra tan presumida modernidad. Algunos de sus múltiples retractores opinan que el opio era el escritor y Coleridge un medio interesante pero casual. 

Regresando a nuestra historia sobre el origen de la palabra científico, se cuenta que Coleridge se metió a una junta de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia en Cambridge, Inglaterra, para exigir que a los hombres dedicados a la ciencia no se les denominara filósofos. Es buen momento para recordar que incluso ahora, el título doctoral tradicional se abrevia PhD. PhD. es la abreviación de “philosophiae doctor” o doctor en filosofía. Coleridge llegó en muy mala salud, viejo y casi arrastrándose a la junta empujado por la necesidad defender una noción lingüística que consideraba esencial, lo que significa ser filósofo. 

Stuart Firestein, profesor de la Universidad de Columbia, describe este momento magníficamente:

“Coleridge, old and frail, had dragged himself to Cambridge and was determined to make his point. He stood and insisted that men of science in the modern day should not be referred to as philosophers, since they were typically digging, observing, mixing, or electrifying – that is, they were empirical men of experimentation and not philosophers of ideas”

Para Coleridge, ciencia era una labor cotidiana mientras que la filosofía era una actividad intelectual más elevada. El tumulto ocasionado por Coleridge en la junta fue tremendo y fue el momento que aprovechó Whewell para sugerir la palabra científico para definir a una persona que realiza actividades científicas análoga a la palabra artista para entender la relación de una persona con el arte. Eso calmó a la multitud y el resto es historia. Considerando que todo esto que describo sucedió en el año 1833, Firestein asegura que eso significa que Charles Darwin salió en el barco Beagle (1831) como un filósofo de la naturaleza y regresó como científico.

Cierro con una frase de Samuel Taylor Coleridge

“The first man of science was he who looked into a thing, not to learn whether it furnished him with food, or shelter, or weapons, or tools, armaments, or playwiths but who sought to know it for the gratification of knowing”


Credito imagen: Naki Narh, https://www.nakinarh.com/

Sunday, January 7, 2024

Sobre la naturaleza de los sueños - Primera parte

 ¿Qué hacer si alguien te dice que soñó contigo

Seguro te ha pasado. A tus tantos años, ahora que hueles a fruta madura, tal vez para acabar un silencio posterior a una de esas pláticas robóticas con alguien de tu pasado a quien le quisieras decir algo más interesante que tu impresión del último restorán al que fuiste, en vez de darle noticias sobre tu trabajo, tu salud o hablar del paradero de tu familia o amigos en común.
¿Quién es capaz de escuchar esta confesión y no contestar casi reflexivamente… qué soñaste?
En el contexto que describí, la confesión está cargada de una tensión sexual obvia.
Aclaro que estas ideas no solo son para estos casos. Creo que saberse protagonista en el sueño de alguien, sin importar quién te sueñe, suele ser germen de interés en cualquier conversación y en las circunstancias correctas, puede incitar en el soñado una curiosidad intensa por desenmarañar su significado.
Estas líneas que siguen las escribo (presente porque pienso editarlas) para los despiertos, para quienes quieren entender qué significan los sueños y qué relación tienen con lo que estamos viviendo, nada más. Enfáticamente declaro, robándome palabras del maestro Hugo Hiriart, “yo mismo que lo escribí no soy especialista ni experto en nada ni sé más que tú de nada”. Me atrevo a aventar la primera frase de muchas de uno de mis ídolos literarios porque coincidentemente, Hiriart también ha tenido una obsesión exquisita por entender los sueños. Gracias a sus excelentes exploraciones escritas en su libro Sobre la naturaleza de los sueños, he podido encontrar un punto de partida para esta humilde aportación sobre el tan despreciado y pisoteado tema de los sueños.
¿Cómo saber si el sueño que te contaron sucedió, que no es un cuento para disfrazar lo que esa persona no te puede decir que piensa en su vigilia sobre ti?
Contestar esto es muy difícil (pero no imposible). Un sueño no es algo que se construya, es algo infinitamente personal y juzgar el sueño de alguien sin el rigor adecuado puede ser ignorante y riesgoso. Hiriart prueba esta proposición cuando asegura que un sueño no tiene una mirada sinóptica. ¿Qué es una mirada sinóptica?
Es nuestra capacidad natural como seres humanos a unir el principio y el fin en una historia, de utilizar nuestra memoria inmediata para conferir provisionalidad a una idea o imagen en espera de que el final revele su sentido. Como cuando intentamos contar un chiste y decimos:
“Llega una señora muy gorda a un bar…”
Si alguien te interrumpe preguntando “¿Cómo se llama la señora gorda?” o “¿Dónde está ubicado el bar?”, le decimos, creo, “espérate, eso no importa”. Si la persona insiste, habría que repetirle el significado de conferir provisionalidad (que escribí arriba) en espera de un final revelador, a enseñarle a mirar sinópticamente lo que se está diciendo.
El final de la mayoría de los cuentos y chistes populares articula la interpretación de la información dada en cada uno de sus episodios o detalles. Un sueño, en cambio, es infinito, su naturaleza es incompatible con la síntesis.
La mirada sinóptica que denunció Hugo Hiriart es el producto de nuestro algoritmo interno encargado de ordenar el mundo dentro de nuestra cabeza. Emerge en el consciente y está a nuestra disposición. Un sueño (los de a de veras) no tiene tiempo. Sin tiempo, la idea representada para el que sueña muestra su estructura, su forma. ¿Por qué no se pueden resumir los sueños?
Porque ya son una especie de resumen, ya exhiben su forma y no pueden apretarse, encapsularse de ninguna manera. En cada instante del sueño está todo el sueño, todo es igualmente importante, todo está dado en cada momento y es irreductible.
“Los sueños son como un presente que se desplaza, que crece” (Hugo Hiriart)
Si quien presume soñarte puede resumir un sueño otorgándole provisionalidad a los detalles, no te soñó.
Tengo mucho más que decir acerca de los sueños, hoy termino con un pedazo del poema “Alguien Sueña” de Jorge Luis Borges
“¿Qué habrá soñado el Tiempo hasta ahora, que es, como todos los ahoras, el ápice? Ha soñado la espada, cuyo mejor lugar es el verso. Ha soñado y labrado la sentencia, que puede simular la sabiduría…Ha soñado que Alguien lo sueña”