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Tuesday, October 18, 2016

Confesión sobre el arte



Ronroneo número dos:  Sobre el arte





Lamentablemente para mi, poco (mejor dicho nada) sé de arte. Siempre he tratado de disimular esta situación inútilmente.

Lo que sí sé es que mirando una obra de arte siento poder. La sensación es parecida a estar en el piso más alto de un rascacielos  y recibir, en una copa magnífica, la última  ración de una botella de Pétrus servida dignamente por un mesero que habla Español o Francés según lo requiera el comensal. La sensación subsecuente a observar a la humanidad viviendo abajo de ese reino que es el hombre que  bebe vino en un punto donde la naturaleza no creció, ergo, un mundo que existe solo porque el mismo hombre así lo ha querido.
Bañado de una luz mas fresca que la que le llega a esas lejanas hormigas hechas  personas, el hombre se sabe más y se siente más de lo que era antes de esa experiencia.
Una cucharadita de autoestima lo llamaría yo. Por esta razón tiendo a llamar arte a todo lo que me hace sentir poderoso. A todo lo que denuncia mi humanidad sin mi y trata de explicármela como una mujer que se quita la ropa frente a un hombre por la primera vez.
Los que entienden y razonan arte son los privilegiados. Son aquellos que imaginan partículas subatómicas mientras duermen y saben el final de todos los libros que Tostoi y Juan Rulfo nunca escribieron.

Tal vez lo único que sé acerca del arte es... que me gusta.