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Thursday, March 30, 2017

Giacometti y la desigualdad social

“In every work of art the subject is primordial, whether the artist knows it or not. The measure of the formal qualities is only a sign of the measure of the artist's obsession with his subject; the form is always in proportion to the obsession.” – Alberto Giacometti




Antecedente


En mi adolescencia, en México todavía eran relevantes las bibliotecas. La primer biblioteca pública que visité fue en el pueblo de San Mateo Tecoloapan, Estado de México, a las afueras de mi secundaria.
Para ser miembro y  poder disfrutar de aquella biblioteca solo se requería una credencial con fotografía(aceptaban la del colegio), ser inmune al olor a vinagre del lugar y tolerar el recurrente mal humor y malos modos de la señora bibliotecaria.
Además de esos recuerdos, en ese lugar leí por primera vez a Jorge Luis Borges.
Me obsesioné a tal grado que al terminar de leer un ejemplar viejo y amarillo del Aleph, lo firmé y prometí, con ingenuidad y sin establecer fecha, visitar al autor.
Años después, al terminar mi primer año en la universidad  fui con amigos de mochilazo por Europa.
A la mitad del viaje me separé del grupo porque nadie tenía el presupuesto ni las ganas de ir a la lista de lugares inamovibles de mi itinerario.
Para visitar Ginebra tuve que hacer viajes imprácticos. Afortunado poseedor  de un "Eurail pass" decidí ir durante las noches de un extremo de Europa a otro para dormir en trenes y ahorrar el dinero destinado al hospedaje.
Mi logística rindió frutos y en un par de días estaba despertando en la estación Gare de Cornavin en Ginebra para iniciar mi caminata hacia el Cimetière des Rois Kings Coulouvreniere  y terminar con la promesa que había hecho casi 7 años atrás de visitar a Jorge Luis.
Después de caminar por el Parc Saint Jean  confieso que la civilidad suiza me hizo sentir como un cavernícola. Recuerdo que tomé el camino largo y crucé el Rhone por el puente de Mont Blanc.
A la mitad del puente le pedí a un anciano que me tomara una foto donde saliera el Jet d´Eau no sin advertir que miraba mi cara desaliñada con mucha desaprobación.
Cerca del museo Rath ya no pude tolerar el hambre y decidí comprar un panini de queso para disfrutarlo en el parque des Bastions sentado en una banquita que me permitiera ver una partida de ajedrez entre locales usando el tablero y piezas gigantes del parque.
Comprar el deseado panini requirió ir a un cajero automático ya que, nada sorprendente, la hostería no aceptó mi tarjeta mexicana como medio de pago.
Del cajero salió, después de dolorosas comisiones, un billete color azul. Antes de correr a recuperar mi dignidad y mi panini recuerdo haber mirado el billete y ver por primera vez la imagen de la escultura de Alberto Giacometti  "hombre caminando".
El billete de cien francos pagó el panini, un par de botellas de agua mineral, chocolates para mi mamá, flores para Borges y la entrada al Rath que, todavía recuerdo, exponía "Art is the better Life"  de Urs Lüthi.
Años más tarde la escultura sería desenterrada de mi memoria al leer en una revista que Lily Safra, en una subasta en Inglaterra, había establecido un record histórico en el mundo del arte al pagar 104 millones de dólares por la primera escultura  de la serie del "hombre caminando" creada por Giacometti.
Mi asombro siguió creciendo  cuando poco tiempo después me enterará que Steven A. Cohen, un inversionista de Estados Unidos, rompiera el record establecido por Safra al pagar 140 millones de dólares por  "hombre que apunta" del mismo escultor.


Buscar a Borges me llevó a buscar a Giacometti y Giacometti me ha llevado a preguntarme cómo algunas personas pueden pagar cantidades exorbitantes de dinero para disfrutar un patrimonio de la humanidad en privado, mientras la pobreza extrema y la guerra generan millones de refugiados que son maltratados y humillados en cada lugar que la necesidad los obliga a desplazarse.


El siguiente rugido  es una breve reflexión de esta última idea mezclada con un poco de la nostalgia que exprimí al acordarme de Borges, Giacometti y mi adolescencia.


Rugido cuatro

En el norte de Francia, en el poblado de Calais,  desde 1999 han existido asentamientos humanos de migrantes que buscan llegar ilegalmente, a través del estrecho de Dover,  al Reino Unido. Uno de los campamentos más famosos de Calais fue denominado “la jungla”  y hasta Octubre del 2016 contaba con una población de más de ocho mil personas –mil de ellos niños- de diferentes regiones del mundo principalmente: Iraq, Afganistán, Siria y Sudán. 
En Abril del 2009 el gobierno francés realizó una redada en donde la policía utilizó maquinaria de construcción pesada para destruir las casas de campaña que estaban siendo utilizadas por los refugiados. Tres meses después,  el campamento ya contaba otra vez con al menos mil habitantes.
La situación ha complicado la situación diplomática entre Francia e Inglaterra hasta el punto que en el 2014 Natacha Bouchart, quien fungía como alcalde de Calais, amenazó con bloquear el puerto de Calais con la sola intención de mandar un “mensaje fuerte” a las autoridades del Reino Unido.
La región donde se ubica La Jungla y los otros once campamentos de refugiados del norte de Francia  es prácticamente un pantano que antes de albergar humanos albergaba basura y desperdicios. Sobra decir lo complicado que es acceder a agua potable en cualquiera de estos campamentos y que diferentes organizaciones han reportado que el 50% de los habitantes de estos campos sufre de al menos una enfermedad venérea. Traficantes sexuales ofrecen a niños y mujeres cobijas o comida a cambio de favores sexuales (cuando no los obtienen por la fuerza).
¿Por qué los habitantes de La Jungla no optan por pedir asilo en Francia y desisten de su idea de llegar a Inglaterra?

Como no pienso manchar este espacio repitiendo especulaciones ajenas me limitaré a decir que no lo sé.
Si tengo que contestar esta pregunta diría que los migrantes están convencidos que su vida vale más en Inglaterra que en Francia.
Paralelamente en México y Centroamérica  muchas personas sufren experiencias muy similares al intentar migrar o refugiarse en Estados Unidos.



¿Por qué la vida en México vale menos?
La respuesta no es trivial. Sin embargo, la desigualdad social, impunidad y la violación a los derechos humanos constituyen la base para cualquier razonamiento que intente contestar el enigma.

Cuando en el gobierno veracruzano de Javier Duarte se asesinaron periodistas, se coaccionó con el crimen organizado o se engañó a pacientes enfermos de cáncer con medicamentos falsos  el daño no fueron las vidas perdidas o la confianza dañada, el resultado es que ahora la vida de los habitantes del estado de Veracruz vale menos.
Cuando Arturo Montiel, Andrés Granier, Humberto Moreira o algún otro potentado se enriquece a espalda del pueblo a quien debió servir,  lo único que logra es que los mexicanos y por ende el dinero de México, valga menos.
Irónico que la búsqueda del enriquecimiento político conlleve a la devaluación del botín, pero los hechos así lo presumen.
La desigualdad económica es el catalizador perfecto para generar migraciones masivas o revueltas sociales.
Robert A. Johnson, director del fondo de inversión Soros, en su discurso del foro Económico  Mundial de Davos Suiza dijo:
“Twenty-five-hedge-fund managers make more money than all of the kindergarden teachers in America combined”
En el mismo discurso Johnson confesó que ser uno de los 25 privilegiados no se siente bien y que incluso despierta una elevada sensibilidad.
A finales del año pasado el  Buró Económico Nacional de Estados Unidos publicó una investigación que menciona que la mitad de la población adulta ha dejado de crecer completamente en materia económica desde 1970.
Evan Osnos  escribió en “Doomsday Prep for the Super-Rich” que aproximadamente 170 millones de personas  ganan, en promedio, el mismo ingreso que ganaban en 1980 mientras  el ingreso típico para el uno por ciento mejor pagado se ha triplicado.
¿Qué relación tiene la inequidad económica con la migración masiva?
La xenofobia y deshumanización de una población que está buscando culpables para justificar su situación actual.
El erigimiento de gobiernos populistas que han logrado canalizar el malestar de la gente más ignorante para constituirse como la única alternativa contra “ellos” que atentan contra su “nosotros”.
La desigualdad social complica la situación para los refugiados y migrantes.  Actualmente un refugiado se ha convertido en una subespecie de la raza humana, un ser inferior que a donde quiera que va refleja la fragilidad de la vida. Son un recordatorio de que en cualquier momento cualquiera puede ser el siguiente.
La tecnología y la falta de regulación de mercados como el internet generan frecuentemente nuevos billonarios. Facebook por ejemplo, pagó 19 billones de dólares por WhatsApp siendo esta última una empresa constituida únicamente por 55 empleados. Amazon con la adquisición de Kiva Robotics y la automatización de sus centros de almacenamiento está provocando el cierre de centros comerciales, empresas pequeñas y  el desempleo de grandes cantidades de población sin educación media superior.  Siendo la tecnología y el mercado bursátil los ejes principales de la desigualdad social  tal vez  el primer paso como ciudadanos es reconocerlo y discutir, como grupo, alternativas para mitigar los efectos negativos de una tecnificación que deteniéndose tampoco soluciona nada.
Gobiernos populistas no van a poder tapar el sol con un dedo a los menos informados por mucho tiempo y esperemos que cuando este segmento de la población se informe, el daño colateral a los grupos vulnerables o “ellos” no sea irreversible.
Cierro esta aportación con una de las ideas más polémicas de Jorge Luis Borges. Admito que me pareció ridícula y decepcionante la primera vez que la leí pero el panorama actual me ha hecho recordarla:


“Considero a la democracia como un abuso de la estadística. No creo que sea lo mejor para países como España, Sudamérica, incluso los mismos Estados Unidos; quizá para los países escandinavos sea buena; para la Argentina, no. Las elecciones se deberían postergar trescientos o cuatrocientos años, pues se necesita, no un gobierno de hampones democráticos, sino un gobierno honesto y justo. No creo en la democracia como idea salvadora para la mayoría de los países.”