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Friday, August 11, 2023

La lotería de Borges y los algoritmos modernos

 


"Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo"
-Jorge Luis Borges, La Lotería de Babilonia



Nota: Crédito imagen Beti Alonso

¿Qué es la lotería de Babilonia?

Todo y nada. Borges se burla del hombre común cuando denuncia la lotería de Babilonia. En la historia, el narrador describe cómo la lotería pasó de ser un sorteo en el que los participantes compraban boletos con monedas de cobre (por la oportunidad de ganar monedas de plata) a un proceso todo poderoso que controlaba la vida de todos los babilonios. Al principio, la lotería se consideraba solo un juego de carácter plebeyo. Borges argumenta que la lotería original fracasó porque su virtud moral era nula. No se dirigía a todas las facultades del hombre: únicamente a su esperanza. La historia hace sentir al lector que se está leyendo la transcripción de una conversación entre pasajeros que están a punto de abordar un barco en algún puerto del Mediterráneo.
En la conversación, el narrador describe a detalle el proceso que permitió la transformación de la lotería en un proceso omnipotente y con facultades de Estado. Según la narración, "alguien ensayó una reforma: la interpolación de unas pocas suertes adversas en el censo de números favorables". Mediante la reforma, los participantes corrían el doble albur de ganar una suma y pagar una multa a veces cuantiosa. Ese leve peligro despertó, el interés del público. Borges justifica la adopción inicial de la lotería entre babilonios como el resultado de simple presión social: “El que no adquiría suertes era considerado un pusilánime, un apocado”.

La lotería terminó por convertirse en la explicación de todo lo que acontecía en Babilonia. Aspectos de la vida que parecían resultado del azar eran justificados creativamente como consecuencia de la lotería. Borges describe éste extraordinario proceso de emancipación detallando el carácter de los babilonios, “El babilonio es poco especulativo. Acata los dictámentes del azar, les entrega su vida, su esperanza, su terror pánico, pero no se le ocurre investigar sus leyes laberínticas…”

La historia fue publicada en 1941 en la revista literaria argentina, Sur. Mientras Borges escribía esta historia, Alan Turing estaba trabajando secretamente en el laboratorio de Bletchley Park decodificando mensajes del ejército Nazi en la segunda guerra mundial. Turing tardaría dos años más para finalmente construir el primer sistema electromecánico que ahora llamamos computadora. Mi compañera del MIT Catherine Krumme (a.k.a. Coco Krumme), interpreta la historia de Borges como la usurpación del azar programático o lo que conocemos como “algoritmos”.

Según Krumme, al igual que los babilonios de Borges, nosotros vivimos el efecto de estos algoritmos. 

“They amplify our product choices and news recommendations; they're embedded in our financial markets. While we may not have direct experience building algorithms or for that matter understand their reach—just as the Babylonians never saw the Company—we believe them to be all-encompassing”

Según Krumme, algoritmos como reglas de cómputo no son nada nuevo. Lo que es nuevo es su alcance. 
Krumme nota que, al igual que la lotería de Babilonia, los algoritmos modernos son altamente complejos y se han transformado de determinísticos a probabilísticos. 

“Similarly, our algorithms have evolved from deterministic to probabilistic, broadening in scope and incorporating randomness and noisy social signals. A probabilistic computation feels somehow mightier than a deterministic one; we can know it in expectation but not exactly”

 El artículo de Krumme destaca cómo al principio de la historia de Borges la mayoría de los babilonios entendía las reglas de la lotería hasta que, con el tiempo, muy pocas personas fueron capaces de entender su funcionamiento. Finalmente, menciona cómo los babilonios negaron la usurpación inicial de la lotería en sus vidas al igual que muchos de nosotros ignoramos el impacto de la instalación de estos algoritmos modernos en aplicaciones que rigen nuestra vida cotidiana.

Su preocupación principal es que los algoritmos modernos (olvídese el lector de algoritmos primitivos de ordenamiento de datos como “bubble sort”) no son neutrales y que, en muchos casos, están codificando los prejuicios de sus programadores o de la población utilizada para generar los datos que los crearon. 
¿Será que Borges no imaginó con su historia nuestra subordinación tecnológica actual sino que atrapó todos los ingredientes de nuestra naturaleza humana para generarla?
Cierro la publicación con mi frase favorita de la lotería de Babilonia:

“He conocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre”