Ayer
terminé de leer el libro “A thousand years of good prayers” de Yiyun Li. Se trata de una colección de historias cortas que incluye la historia que da
nombre al libro.
La primera
vez que leí a Yiyun Li fue por medio de la revista New Yorker. Leí un artículo
llamado “To speak is to blunder” y quedé muy impresionado. En aquel momento
sentí que Yiyun Li había descrito mi desesperación como migrante de manera
adecuada, mi esfuerzo por hablar y pensar en inglés y sentir el efecto de
convertirme en otra persona. A pesar de que leí el artículo un par de veces, no
pude delimitar el lugar en el texto en donde las proposiciones de Li
enunciaban mis sentimientos, me encontré en su historia de manera tácita e indirecta. Li es muy buena atrapando situaciones de vida
complejas, escritores como David Robinson la consideran la Chejov de nuestro
tiempo y creo que no puedo estar más de acuerdo con ellos.
Li atrapa
conceptos de la cultura china milenarios y te los entrega casi digeridos, como
un ramo de rosas rojas que ha sido meticulosamente preparado y limpiado para
que simbolice un gesto romántico. Quien las recibe muchas veces ignora que cada una de las rosas contenidas en el ramo
requirió un clima frio y húmedo para crecer, que insectos tuvieron que
encontrar otra víctima en el rosedal para que esas, las rosas escogidas y
cortadas, hayan llegado al estandarte en el que han sido crucificadas, tan especiales como un
animal antártico conservado por miles de años en el hielo.
Yiyun Li
observó su cultura China con la atención y la lucidez de quien quiere saciarse
hasta el hartazgo de algo para poder vomitarlo. En el caso de Li, para ser
capaz de producir sus historias cortas en inglés con la estructura y métrica
anglosajona. Yiyun vivió su niñez sabiendo que iba a terminar escribiéndola lejos
de Beijing, lejos de China, con esa libertad que sospechaba real y que iba a
gozar en Estados Unidos.
Me gusta
Yiyun Li porque me enseña mi humanidad, me enseña China -que es casi
inasequible para todo aquel que no habla o quiere aprender a hablar mandarín- y
me permite sentir cómo millones de seres humanos hasta ese punto ajenos a mí,
han sentido. Sus rosas son de nostalgia y de tristeza, monolitos a lo
irremediable que trae la opresión y el régimen chino. Cualquiera puede concluir que, como ciudadanos y
personas, no somos mejores que aquellas víctimas de las historias de Li. A pesar de creernos educados,
tener libertad y comodidades, seguimos circunscribiéndonos en las mismas
tragedias y sufrimientos.
Las
historias de Yiyun Li son igual que un cuadro impresionista. A pesar
de toda la información disponible, no hemos cambiado. Somos los mismos, seguimos
hiriéndonos y llorando por las mismas cosas. Siguen y seguirán vigentes como arte porque seguimos necesitando los mismos estímulos.
Lo
revelador de Li es su interpretación del poder del lenguaje. Lo resume bien con
la siguiente línea:
“Baba, if you grew up in a language that you never used to
express your feelings, it would be easier to take up another language and talk
more in the new language. It makes you a new person.”
En esa
misma historia encontré una línea que aplica para entender el comportamiento de
muchas personas que han simplificado su vida hasta el punto que, cuando
necesitan ayudar a alguien, lo hacen ejerciendo su única actividad:
“…she does not know the cooking has become his praying, and
she leaves the prayers unanswered”
Cosas más
mundanas de la naturaleza humana quedan atrapadas con la frase que muchos otros
escritores (puedo recordar a Onetti) han escrito y entretienen para escribir
porciones de su obra:
“Things that make sense at one time suddenly seem absurd in
a different light.”
Con respecto
al idioma como definición de quienes somos, Li repite su proposición desde un
ángulo diferente cuando escribe:
“He feels disappointed in his daughter, someone he shares a
language with but with whom he can no longer share a dear moment.”
No puedo
pensar en Li sin pensar en todos nosotros.
Es un verdadero placer leerte, querido Franz. Escribe más por favor. Recibe un abrazo guerte en la distancia.
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